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Ven a brindar con vino griego de mi tierra natal

Juan María Tellería Larrañaga>>Sin duda que quienes vivimos el final de nuestra infancia y el comienzo de nuestra adolescencia en los años 70 del siglo pasado, recordamos la canción Vino griego, un gran éxito de aquellos momentos en la voz del artista canario José Vélez. Aunque hoy nos parezca extraño, aquella letra que evocaba la pobreza de un “pueblo blanco de detrás del mar” forzado a la emigración, y aquella música que tenía ciertos tonos de sirtaki, despertaron el interés de muchos de nuestros conciudadanos hacia la tierra helena, un país del que la mayoría sabía muy poco, fuera de las grandes gestas de la Antigüedad Clásica que se aprendían en la escuela, la inmortal película de Anthony Quinn Zorba el griego, y algún que otro nombre, coronado o sin coronar, que aparecía en la prensa rosa de la época.

Grecia ha sido siempre la hermana pobre de la Europa Occidental. O mejor dicho, la madre anciana, decrépita y empobrecida de la que todos cuentan con admiración sus viejas historias, pero a la que muy pocos han echado una mano.

Durante estos últimos días, en cambio, la antigua Hélade ha recobrado protagonismo, y esta vez a escala mundial. Hemos podido leer varios artículos periodísticos nacionales de diversas tendencias, a cual más interesante, sobre la actual situación de Grecia, así como visionar ciertas noticias internacionales que trataban acerca del mismo asunto. Así, ese pequeño pero extraordinario país vecino nuestro, compañero de camino en la Unión Europea, y, sobre todo, madre de la civilización occidental, ha saltado a la palestra de este sofisticado mundo contemporáneo de la mano de las figuras, ya familiares, hasta queridas para muchos (y aborrecidas para otros tantos), de Alexis Tsipras o Yianis Varoufakis, la primera de las cuales prosigue[1], mientras redactamos estas líneas, el duro tira y afloja con las grandes figuras de la troika comunitaria europea, en aras de la obtención de una serie de (justas) mejoras en las condiciones de vida de sus compatriotas. De ahí que, a la hora de redactar esta reflexión, se nos hayan pasado varios títulos por las mientes: Y Grecia dijo OJI, es decir, NO, descartado por haber sido ya empleado en otras publicaciones; I Mitera tis Evropis, o sea, “La Madre de Europa”, dicho así, en griego moderno, descartado por antojársenos un tanto pedante; Zorba el griego, Tsipras y Varoufakis, descartado porque nos sonaba a poco serio; y algún que otro más que no mencionamos para no cansar al amable lector. Nos hemos decidido por el estribillo de la canción de José Vélez, simplemente porque nos gusta más y porque, todo hay que decirlo, la acción de Tsipras, Varoufakis y todo el pueblo heleno que los sostiene, bien merece un brindis me to elinikó krasí, con vino griego, precisamente.

1_VINO_GRIEGOGrecia ha sido siempre, de alguna manera, la hermana pobre de la Europa Occidental. O mejor dicho, la madre anciana, decrépita y empobrecida de la que todos hablan, todos cuentan con admiración sus viejas historias, sus logros de otros tiempos, pero a la que muy pocos, por no decir nadie, han echado casi nunca una mano.

El pueblo heleno ha sido un pueblo pobre desde los comienzos de su historia. El país da lo que da. La tierra griega, demasiado montañosa, cuando no atomizada en pequeñas e improductivas islas a lo largo del mar Egeo, nunca ha sido demasiado apta para generar riqueza suficiente para todos. Ni para las antiguas polis ni para el estado moderno. De ahí que los griegos se hayan visto abocados a la emigración desde los tiempos más remotos. Así se explican nombres como Emporion, Akra Leuké, Massilia, Siracusa, Neápolis, Cirene, Alejandría, Antioquía y tantos otros más en todo el Mediterráneo y hasta en Oriente, o bien con su forma antigua, o bien con sus formas modernas. Así se comprenden tantas ruinas de lo que otrora fueran edificios suntuosos, esparcidas, no sólo por las costas del Mare Nostrum, sino también por los desiertos mesopotámicos, la altiplanicie del Irán y hasta el propio Afganistán, si las bombas demoledoras de los fanáticos no las han reducido a polvo, desde luego. Y así se entiende también una base cultural que ha hecho de Europa lo que hoy es, desde las artes y la filosofía hasta la sardana catalana, según algunos.

Por si fuera poco, a la antigua Hélade, madre y maestra de Europa, cabe el honor de haber sido la inventora o el protos heuretés, dicho en griego clásico, de la democracia con el ateniense Clístenes, y, por medio de ella, del derecho de los pueblos a ser libres y respetados, es decir, a tener dignidad, a poder decir NO cuando lo creen conveniente. Un repaso a la turbulenta historia de Grecia nos muestra cómo este espíritu se ha mantenido vivo a pesar de los grandes altibajos sufridos por el pueblo heleno, desde el dominio romano hasta el turco, desde la romántica independencia del yugo otomano en 1829 hasta la revolución de los coroneles, desde la instauración de la democracia hasta hoy.

Con su referéndum en que dijeron NO a los nuevos tiranos de Europa, el pueblo heleno ha vuelto a revivir las grandes gestas del pasado: un nuevo caballo se ha introducido en una moderna Troya comunitaria y la ha desestabilizado por completo.

La Grecia actual (i Elada, dicho tal como suena por allí) sigue siendo ese país que respira antigüedad por todos sus poros, colinas, islas y valles, y que la hace tan atractiva para un cierto tipo de turismo; tierra privilegiada en la que se mantienen tradiciones muy arcaicas, más aún que su delicioso iaourti[2], al mismo tiempo que se vive plenamente en el mundo hodierno; conjunto de hombres y mujeres que saben conjugar sus ganas extremas de fiesta y de jolgorio (son mediterráneos) con una fe cristiana que data de la época del Nuevo Testamento y les ha sostenido dándoles un sello tan sólido como el inaccesible monte Atos. Son los griegos de hoy un particular pueblo marcado por aquel heroísmo que caracterizara otrora a sus héroes míticos de épocas pretéritas: Aquiles, Odiseo, Heracles…, lo que les ha permitido sobrevivir en medio de fuertes tormentas de la historia, y siempre con dignidad. Quizás algún día nombres como Alexis Tsipras y Yanis Varoufakis engrosarán los inmortales Campos Elíseos de la mitología helena. No lo podemos saber, desde luego.

Engraving After  by Henri Paul MotteLo que sí sabemos es que, a pesar de sus numerosos detractores occidentales que los culpan de colocar a Europa al borde del abismo, y al euro en la cuerda floja, o que les reprochan sus grandes irregularidades administrativas y su corrupción concomitante a niveles muy elevados (¿sólo en Grecia ocurrirán esas cosas?), los griegos han tenido la osadía, la valentía, de oponerse a quienes, creyéndose amos y señores de vidas y haciendas, pretenden hacer de ellos una nación de tercera clase, la “chica para todo” de los europeos ricos. Con su referéndum de días pasados en que dijeron NO a los nuevos tiranos de Europa, el pueblo heleno ha vuelto a revivir las grandes gestas del pasado: un nuevo caballo se ha introducido en una moderna Troya comunitaria y, las cosas como son, la ha desestabilizado por completo.

Probablemente, Grecia no obtendrá todo lo que pretende. Democracia significa negociación, y nadie mejor que los helenos lo puede saber. Pero ha obtenido ya algo fundamental: ha puesto su pica en Flandes, ha hecho frente a los bárbaros del norte y del oeste, y ha reivindicado su dignidad como pueblo. Aunque anciana, sigue siendo la Hélade de Homero una madre que aún nos enseña, que aún nos puede marcar caminos.

Efjaristó polí, mana mas! ¡Muchas gracias, mamá! Un brindis a tu salud. Y con vino griego, por supuesto.



[1] Yanis Varoufakis, como bien sabe el amable lector, presentó su dimisión hace unos pocos días, a fin de facilitar las negociaciones griegas con Europa. Un gesto heroico en nuestros días, muy acorde con el estilo de los poemas homéricos, que otros políticos debieran imitar.

[2] Su yogur.

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