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La nit de la cremà

Juan María Tellería Larrañaga>> Para quienes residimos en la Comunitat Valenciana, especialmente en localidades donde se plantan fallas, este particular período festivo que concluye la noche del día 19 reviste un significado propio. Los que son falleros lo disfrutan como nadie, totalmente inmersos como están en las celebraciones que lo definen y lo acompañan; otros nos limitamos a verlo desde fuera, como quien contempla un espectáculo de gran colorido y profusión de sonidos.

Lo que ocurre es que este año 2016, la proximidad de la noche del 19 de marzo, lo que en el habla autóctona del municipio donde residimos recibe el nombre de la nit de la cremà, con su significado especial de purificación por medio del fuego (algo tan común a diferentes culturas), suscita en nosotros un deseo de reflexión que va más allá de los simples aspectos festivos de la celebración.

Y es que hay mucho que purificar, de verdad que sí. Por fuego o por cualquier otro medio.

Se ha de purificar, y con carácter de urgencia, la corrupción permanente que sufre este país en su conjunto y que tanto dinero público se lleva por delante, es decir, las posibilidades de mejora de muchos programas sociales y de inversión que redunden en bien del conjunto de la ciudadanía

Aunque suene a tópico manido, se ha de purificar, y con carácter de urgencia, la corrupción permanente que sufre este país en su conjunto y que tanto dinero público se lleva por delante, es decir, las posibilidades de mejora de muchos programas sociales y de inversión que redunden en bien del conjunto de la ciudadanía. Incluso si los noticiarios, de tanto hablar de ello, acaban banalizando el problema y convirtiéndolo en algo cotidiano, casi normal, no por ello resulta más tolerable. Al contrario. Hiere nuestros oídos y nuestra sensibilidad la manera en que se prodigan cifras astronómicas de dinero en todo lo relacionado con las figuras públicas manchadas de corrupción, y genera pensamientos no demasiado positivos. Ningún tipo de violencia es justificable, desde luego, pero llegamos a comprender que haya quienes reaccionen con agresividad ante las tramas que se destapan y que han estado jugando sin escrúpulo alguno con las vidas y el futuro de millones de seres humanos.

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Si nos remontamos un poco más allá de nuestras fronteras, se ha de purificar la conciencia de quienes, de una u otra manera, dirigen la Unión Europea. Dígase lo que se quiera, legíslese lo que se legisle, no es de recibo un cierre hermético de fronteras para impedir el paso a refugiados que huyen de una injustificable guerra de exterminio. Aun comprendiendo el temor de los gobiernos occidentales a los posibles terroristas infiltrados entre los contingentes que se acercan a los límites del así llamado “paraíso europeo”, va, no solo contra el derecho internacional, sino también contra las más elementales normas de humanidad, el dejar a familias enteras a las puertas de una vida mejor y repelerlas a golpes; no es por nada, pero si hay países en el mundo con capacidad para elaborar programas efectivos de ayuda a todas estas personas, esos son precisamente los de la Unión Europea.

Y si fijamos nuestra atención en otras latitudes, en otros continentes, también hallamos materia para purificar sólo con dirigir nuestros ojos hacia ciertas situaciones de tensión internacional cuando no de masacres institucionalizadas que resultan de todo punto de vista inconcebibles en un siglo como el que vivimos. Da igual que se trate de Corea del Norte, del así llamado Estado Islámico o de ciertas zonas de América Latina, no debe haber paliativo alguno para la condena radical de quienes parecen vivir únicamente para la destrucción de vidas humanas. La vida humana es sagrada por definición, desde su comienzo hasta su final, y no existe ningún tipo de razón para atentar contra ella.

Dicho esto, nuestra falla particular tiene, como vemos, ninots de todas partes, nacionales, regionales y extranjeros, y ninguno de ellos puede ser indultado. Todos han de pasar por el fuego purificador. Pero no queremos olvidarnos del más importante: el propio corazón humano. Si este es purificado de entrada, ya no habrá tiempo ni espacio para cuantas desgracias hemos mencionado.

Bones festes!

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